Una de las principales características de la religión es que
permite que los creyentes se comporten como niños pequeños, transfiriendo sus
obligaciones y su responsabilidad hacia esas más que imaginarias deidades. Y un
reciente estudio científico así lo demuestra.
Las personas religiosas “piensan” (permítaseme la licencia
poética) que esa inacción llamada rezar es algo loable. Así, ante las tragedias
de la vida un creyente se postra de rodillas, enlaza las manos, cierra los ojos
y cual avestruz se aísla de ese siempre tan incómodo cuando no terrible mundo
que nos toca vivir, hecho que le sirve para acallar su propia conciencia y poco
más. Pero un reciente estudio demuestra que rezar además insensibiliza al creyente.
En un estudio
recientemente publicado una investigadora de la Universidad de Wyoming analizó
el papel de la oración frente a las tragedias. Así la científica reclutó a
varios cientos de personas religiosas para un experimento en el que les
preguntó cuánto dinero darían a la Cruz Roja para ayudar a los damnificados de
un huracán. Dividió a los sujetos de estudio en tres grupos iguales: a un
tercio de las personas se les preguntó directamente por la cantidad que podían
donar, grupo que se convirtió en el control del experimento. A un segundo grupo
les hizo pensar en las víctimas de la tragedia con el resultado de que esos donantes
fueron un 10% más generosos en sus donaciones. Hasta aquí todo normal, ya que visualizar
a pobres desgraciados que han perdido su casa, sus posesiones y hasta
familiares y amigos favorece la empatía y siempre es una forma de ablandar el
corazón de las personas.
Finalmente al tercer grupo les pidió que rezaran por las
víctimas antes de consignar en el experimento la cantidad que iban a donar. La cuestión
es ¿rezar aumentaría o no la tasa de donaciones? Pues aunque en principio
pudiera parecer sorprendente, las personas que habían rezado antes no sólo no
fueron tan generosas como las que habían pensado en la tragedia, es más ni
siquiera mantuvieron la cantidad de dinero donado por el grupo control (al que
se le preguntó directamente), sino que fueron mucho más tacaños, ya que de media
dieron un 62% menos dinero que el grupo de control.
En resumen, este experimento se puede interpretar como que
al rezar el creyente asume que su aportación ya no es necesaria, puesto que
alguien más importante y más poderoso que él ya se encargará de solucionar el
problema. Sería algo así como si la ir por la calle se observa un incendio, se
llama a los bomberos y ya podemos seguir caminando hacia nuestra casa o trabajo
puesto que hemos avisado a los profesionales que se encargarán del asunto. Sin
embargo, lo que no entienden los religiosos es que rezar es como llamar con un
teléfono estropeado a un número que no existe, y aun así seguir pensando que
se ha hecho algo no sólo productivo, sino hasta admirable.
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