Uno de los principales argumentos de los defensores de las pseudomedicinas chamánicas
es que las multinacionales farmacéuticas intentan por todos los medios vender
sus productos, muchas veces con marketing excesivo cuando no directamente
fraudulento y algunas otras mediante engaños que incluso entran dentro del
código penal.
Y así aparece la sobremedicación, el uso de medicamentos en enfermedades para
las cuales no son efectivos o la ocultación de graves efectos secundarios. Y
frente a todo ello la única posición racional consiste en investigar los casos
y castigar tanto económicamente a las empresas infractoras como con penas de
cárcel para esos desalmandos directivos cuando sea necesario. Inciso, por este
tipo de comentarios, y a pesar de lo que maledicentemente insinúan de vez en
cuando algunos lectores más que susceptibles, es por lo que nunca podré cobrar comisiones
o sobresueldos de las farmacéuticas.
Sin embargo, los siempre tan particulares defensores de las pseudomedicinas
utilizan estos casos de abusos cuando no de delitos corporativos para
justificar el uso de pastillas azucaradas para curar el cáncer, defienden que
el alineamiento de los chacras acaba con el SIDA o que pinchar con agujitas en
el talón alinea la energía cósmica de tal manera que las hemorroides o incluso las
infecciones bacterianas desaparecen rápida y más que mágicamente.
Recientemente se ha demostrado que muchas empresas automovilísticas han
estafado con el asunto del trucaje de los motores diesel, sin embargo a nadie
(en su sano juicio) se le ocurriría argumentar que ello puede dar validez a medios
de transporte "alternativos" tales como escobas voladoras o alfombras
mágicas, ambos tipos de "vehículos" que cuentan con el respaldo de un
"conocimiento" tan antiguo (y también tan esotérico) como es pinchar con agujitas o manipular la energía
sanadora del universo para curar enfermedades que gracias a la ciencia sabemos
que se originan por virus, bacterias u otros patógenos o por un fallo de ese o
aquel tejido u órgano del cuerpo humano.
En resumen, los fallos del sistema sanitario científico sólo se solucionan
con más control sobre las empresas, pero nunca apelando a la magia por mucho
que a algunos que no han abandonado la etapa de fantasía infantil les pese.
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