Infantilismo en grado sumo es creer que cualquier dios
todopoderoso está perdiendo algo de su infinito tiempo en escuchar cada uno de
los lamentos y en atender cada una de las miserables súplicas y egoístas
peticiones de unos seres incapaces de convertir los problemas en retos para
superarse cada día, de una vida quizás corta, pero lo suficientemente
interesante como para no pasarla totalmente humillados, esperando cobarde e interesadamente
ese regalo que nunca llega en forma de milagro o de jubilación eterna con todos
los gastos pagados (léase cielo) si se postran adecuadamente ante una estatua sanguinolentamente
torturada, mientras se recitan las cabalísticas palabras mágicas o ponerse con
el culo en pompa día sí y día también para conseguir obtener 72 vírgenes cuando
el cuerpo lleva pudriéndose en la tierra largo tiempo.
También es imbécil egomanía el creerse que el inconmensurable e
inimaginablemente viejo universo en el que vivimos se ha creado con la única
finalidad de convertirse en el lugar de solaz y esparcimiento de unos pobres
primates con poco pelo, pero con una delirante inventiva, monos bípedos que
viven unas vidas exiguas a más no poder dentro de la casi infinita escala
cósmica, en un más que minúsculo planeta, que orbita alrededor de una estrella más
que anodina, ubicada en un extremo perdido de una galaxia de lo más corriente.
Y lo peor de todo es que por todo ello se humille, se persiga y se mate a todo
aquel que no esté de acuerdo con algunas de estas locuras en sus más que
infinitas variantes.
En resumen, demencia irracional además de criminal por
parte de esos miles de millones de individuos menos dotados intelectualmente de
esta siempre tan particularmente insensata especie de mamíferos cabezones.
Hacía mucho tiempo no leía párrafos con esta contundencia. Están para memorizarlos y "tenerlos a mano" cuando un Textículo de Jehová interrumpe mi solaz dominguero.
ResponderEliminar