En demasiadas ocasiones España parece no haber avanzado nade
desde ese triste, tenebroso y asfixiante pasado nazionalcatólico que tanto
sufrimiento y opresión han traído a las personas que no comulgamos (nunca mejor
dicho) con esas estupideces cristiano-fascistas de zarzas coléricas, palomas
fornicadoras, vírgenes adúlteras y desocupados despeñadores de gorrinos. Y hoy
es otro de esos dolorosos días.
Porque, siguiendo los dictados de un juez más que medieval, que
en lugar de haber mandado a freír espárragos a esos abogados cristianos que
presentan querellas criminales en defensa de estatuas de escayola y de seres
tan irreales como Batman o Caperucita Roja, la policía ha procedido a detener
al actor Willy Toledo (cómo si no tuviera cosas más importantes que hacer),
llevándoselo a los calabozos en donde permanecerá hasta que mañana ese mismo
togado, que debería repetir la asignatura básica de derechos constitucionales en
la facultad de derecho, decida a bien tomarle declaración y, una vez visto que
los superhéroes de ese cómic de la Edad del Bronce llamado Biblia no muestran objeción
alguna dejarlo en libertad sin cargos (eso sí después de haber dormido una
noche toledana como si fuera un criminal más en un lugar en donde ninguna
persona normal debería haber estado, sobre todo por haber hecho uso legítimo de
su libertad de expresión para mofarse hasta el más absoluto escarnio de esos
pobres estúpidos que siguen viviendo como si de niños de cinco años se tratara
con esos cuentos para débiles mentales sobre serpientes parlantes, dioses
homófobos, mares que se abren, tullidos que se curan, muertos putrefactos que
vuelven a la vida y demás sandeces que harían sonrojar a cualquier persona
mínimamente adulta, dejarlo en libertad con sus más que sinceras disculpas.
O por el contrario, y visto lo visto en esta Españistán
filofascista e inquisitorial, lo mismo nuestro más que "digno" inquisidor
togado decide, por el bien de esa represora moral pública que llevamos siglos y
siglos sufriendo y de la memoria de ese demente Torquemada, proceder a emitir
una orden de prisión incondicional sobre el blasfemo titiritero hasta que un
verdadero juicio, eso sí católico, apostólico y romano como dios manda lo envíe
primero al potro de tortura y después a la más que habitual hoguera, tan
necesaria en estos casos de ateos blasfemos reincidentes. Porque en este desgraciado
país, aunque nadie se lo espere, cualquier brutal demencia católica es posible.
La Inquisición en estado de alerta.
ResponderEliminarSiempre.
Te admiro Willy!!!!