Es más que evidente que la religión es quizás la única
faceta humana en la que los individuos más abyectos y más ofensivamente
criminales pueden sin embargo ser admirados por miles de millones de personas a
lo largo de los siglos.
Porque ¿qué se puede decir de una religión en la que un
pederasta confeso, que violó sistemáticamente a una niña prepuberal durante años, es considerado sin embargo
como el máximo ejemplo de la virtud para cientos de millones de descerebrados?
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