La misma iglesia que insulta, humilla y persigue a los
homosexuales, luego en realidad es un nido de depravación homosexual.
Porque según
un reciente informe de la iglesia católica italiana docenas de sacerdotes
(obispos incluídos) llevan años pagando a prostitutos y chaperos, amén (nunca
mejor dicho) de realizar sexo homosexual y orgías en parroquias y conventos. Y
estaban tan modernizados que hasta
ligaban mediante aplicaciones del móvil. ¡Ahí es nada!
Aunque pensándolo fríamente este tan hipócrita comportamiento
no es para nada sorprendente para una institución que lleva casi dos milenios
contradiciendo con sus actos sus supuestas enseñanzas.
Así esta iglesia católica que es quizás la institución más
rica del mundo, en donde sus jerarcas viven en palacios, rodeados de todo tipo
de lujos, vistiendo ricos ropajes (eso sí tan horteras que parecen ideales como
disfraces de carnaval) y cargados de oro y joyas
predica la pobreza y
la resignación a cientos de millones de desheredados del Tercer Mundo que mueren a millones de hambre y por culpa
también de esos patógenos tan elegantemente diseñados para producir dolor y
muerte de las maneras más inimaginables.
Esa misma iglesia que dice predicar el amor y la paz, sin
embargo durante toda la historia ha sido azote (en el peor sentido de la
palabra) de herejes, judíos, brujas, musulmanes, ateos y demás gente de mal
vivir y ha apoyado, cuando no instigado, innumerables guerras.
Y no hay que ir al remoto pasado, sino sólo recordar
que tan sólo en el siglo XX fue uno de los pilares más sólidos de una de las
mayores barbaries del hombre: el fascismo,
ideología criminal que a día de hoy siguen
defendiendo sin pudor muchos sacerdotes y hasta obispos en esta desgraciada
piel de toro.
Eso sin olvidar que para la iglesia católica genocidas como Videla, Pinochet o el gallego criminal con voz de pito y un sólo testículo están disfrutando, según sus sagradas enseñanzas, y a pesar de sus manos más que manchadas de sangre de la dicha eterna a la diestra de ese diosecillo obsesivamente egomaníaco
que les enseñó a estos devotos criminales megalómanos que lo mejor que se puede
hacer con los díscolos es exterminarlos sin piedad alguna y empezar
de nuevo.
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