Cuando una persona es religiosa de verdad es cuando se
convierte en el ser más prepotentemente ignorante del Universo, aun cuando eso
signifique matar a su propio hijo recién nacido.
Porque si se asume la lógica religiosa de un dios
todopoderoso y misericordioso ¿cómo va a
permitir que el vástago de unos verdaderos creyentes muera?
Pues ese absurdo “razonamiento” es el que utilizaron unos
piadosos padres cristianos cuando nació su bebé en su propia casa. Aun cuando
la comadrona que atendió al parto y la abuela del retoño observaron con
preocupación que el recién nacido presentaba el típico color de la ictericia
los padres, verdaderos creyentes no llamaron a ningún médico porque en palabras
textuales:
“Dios no comete errores”
y dentro de su fanática ignorancia solicitaron que amigos y
compañeros de su iglesia pentecostal fueran a su casa y oraran, primero por la curación de
su hija, y después cuando inevitablemente falleció por la resurrección de la
pequeña, pero nunca se les ocurrió llamar a urgencias o a la policía, que posteriormente les detuvo y ahora se enfrentan a cargos criminales.
El único consuelo de este más que desgraciado caso de
fanatismo religioso es que estos descerebrados al final no añadieron otra pobre
oveja al más que concurrido rebaño de deficientes mentales que son los
verdaderos creyentes.
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