Hay dos tipos de creyentes: los que hipócritamente dicen
creer, pero luego en la práctica mantienen un mínimo de cordura para no seguir
el dictado de su dios y sus representantes en la Tierra y los verdadero
creyentes, esos que confían en que La Biblia es la verdadera palabra de su dios
y guía de comportamiento.
Y como no puede ser de otra manera, estos últimos viven en
una perpetua sinrazón que les lleva a poner su vida en riesgo como es el caso
de los famosos predicadores estadounidenses, delirantes individuos que manosean serpientes venenosas
para demostrar el poder de su fe y que en muchos casos les lleva al suicidio
más estúpido tal y como comenté en un par de entradas antiguas [1
y 2].
Pero por supuesto los más peligrosos son los que "demuestran"
el poder de su dios no sobre sí mismos (total si alguien es tan estúpido para
matarse siguiendo las "enseñanzas" de La Biblia allá él, un tonto
menos en el mundo) sino sobre su rebaño, esos pobres ignorantes que cuales
marionetas quedan al capricho de esos idiotizados pastores.
Y el último ejemplo nos llega desde Sudáfrica tierra abonada
al más delirante fanatismo religioso como fue el caso de esos pobres
deficientes mentales que comían hierba cual ovejas porque su (nunca mejor
dicho) pastor así se lo ordenaba. Pues es esos australes lares otro
predicador tuvo la brillante idea de demostrar el poder de su dios con una
feligresa. Así, ni corto ni perezoso, el curita obligó a una pobre mujer a
tumbarse en el suelo, le colocó un altavoz gigante encima de su pecho y luego
se subió encima para "demostrar el poder de dios" durante unos 5
minutos. Cuando el imbécil líder se bajó, la feligresa estaba inconsciente y
más tarde falleció a causa de las múltiples lesiones internas que le produjo en
los pulmones el peso del criminal predicador.
Y lo peor de todo es que el delincuente sotanado, lejos demostrar cualquier tipo de arrepentimiento, ha declarado que la culpa fue de la falta de fe de la ignorante mujer porque debía haber soportado perfectamente algo tan
"sencillo".
Ahora sólo falta que la justicia sudafricana aplique la
famosa y bíblica Ley del Talión y que condene al estúpido criminal a soportar
sobre sus costillas doscientos o trescientos kilos de un bloque de hormigón
durante un par de horas, ya que él como pastor seguro que tendrá mucha más fe y
mejor capacidad para superar la prueba y así demostrar de una vez por todas, en
vivo y en directo el verdadero poder de la fe.
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