Una de las máximas de la religión es que tiende a expandirse
como un cáncer, ocupando todas las parcelas de la sociedad, y sus acólitos como
si de células tumorales se tratara se desplazan en todas direcciones para
convertir a nuevos adeptos.
Y en ese afán proselitista llaman y llaman infatigablemente a la puerta de las
casas a cualquier hora del día, y al menor descuido asaltan por la calle al
primer incauto que no les evite con la suficiente determinación para intentar convencer
al personal de la necesidad de convertirse en un pobre descerebrado más, un
zombi sin juicio ni personalidad, que convierte su vida en una perpetua
sumisión a cualquiera de las variantes con la que la siempre esquiva divinidad
intenta destruir el cerebro de los humanos.
Y para poner coto y controlar en la medida de lo posible a
esos siempre tan molestos portadores de la "verdad" eterna, se va a
legislar en México la defensa del respeto a la privacidad del domicilio en relación
a las libertades religiosas, de tal manera que
la futura ley contemplará sanciones en forma de multa económica o cárcel para
las personas que realicen hostigamiento domiciliar por razones de propaganda
religiosa, ya que el proselitismo religioso se está convirtiendo en un serio
problema en algunas ciudades del país, en donde la competición entre los
Testigos de Jehová, la Iglesia del Tercer Día y La Iglesia de los Últimos
Tiempos, grupos religiosos que más insistentemente molestan a los ciudadanos en
cualquier lugar y hora están empezando a hacer la vida imposible a esos
ciudadanos que no quieren de ninguna manera se "agraciados" con esa
supuesta dicha divina tras la muerte.
Porque lo que no parecen entender estos pobres fanáticos es
que algunos ciudadanos simplemente queremos vivir con tranquilidad la única
vida de la que en verdad va a disponer el ser humano, sin tener que aguantar
constantes monsergas sobre palomas fornicadoras, serpientes parlantes, judíos
milagreros que despeñan gorrinos endemoniados y demás sandeces solo aptas para
el solaz de los más ignorantemente idiotizados miembros de esta siempre tan supersticiosa
especie de monos bípedos que somos los muchas veces mal llamados sapiens.
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