En este inicio del año 2016 se ha producido una noticia
extraordinaria: dios ha muerto.
Resulta que dios, siempre con su particular querencia por
los lugares inhóspitos y alejados de cualquier atisbo de civilización, ha
estado viviendo en una remota aldea del África central durante todo el pasado
siglo XX y lo que llevamos del actual XXI. Como un buen dios, fiel a sus siempre
dolorosos principios, mantenía a sus seguidores en la más absoluta miseria,
alejados de la civilización y de cualquier tipo de ayuda médica, de tal manera
que muchos de ellos han muertos durante estas últimas décadas de las más
variadas enfermedades infecciosas: tifus, cólera, meningitis y malaria,
enfermedad esta última que ha acabado con su ya viejo envoltorio mortal. Pero
no se preocupen porque está
en el cielo esperando a sus creyentes.
Como un dios de los de antes, es decir de los de verdad (y
no ese Jesucristo célibe hasta la locura) nuestro protagonista ha dejado una
numerosa descendencia estimada en unos 500 hijos concebidos con sus más de 70
esposas. ¡Eso sí que es llevar sangre real, de la buena! Y por supuesto nada de
palomas extraterrestres ni demás zarandajas cristianas, todos ellos concebidos
de la forma tradicional, en una cópula humana. ¡Envidia tendrá Zeus en su
Olimpo de tamaña potencia sexual!
Ahora siempre podrá aparecer el típico idólatra de falsos
dioses argumentando que ese pobre hombre no era un dios, sino un simple demente
más loco que una regadera. Pero visto desde el punto de vista racional, si este
hombre aseguraba que era dios y sus seguidores así lo corroboraban por los
múltiples milagros que realizó en su larga vida terrenal, su argumentación es
tan impecable como la que defienden los seguidores de nazareno milagrero o el
beduino pederasta.
Así que en resumen, volvamos a repetir una vez más el
erróneo, mentiroso y criminal argumento de que ¡hay que respetar las creencias!
Sabes como creyente no tengo un problema en decir que ese definitivamente no era Dios, por lo poco que describiste se me hizo un charlatán.
ResponderEliminarAhora me vino una duda, los no creyentes dicen que después de la muerte no hay nada que es inevitable morir y que la vida no tiene un sentido per se, ¿Porque se esfuerzan en alargar la vida? ¿Porque como especie humana no aceptamos la inevitable situación que tenemos que extinguirnos en algún momento?
¿No será que muy adentro de los procesos neuronales, de los impulsos que nos da el cerebro queremos ser eternos como especie, si es así, todos los seres humanos somos absurdos?
Saludos,
"Sabes como creyente no tengo un problema en decir que ese definitivamente no era Dios, por lo poco que describiste se me hizo un charlatán."
ResponderEliminarLa verdad es que nunca os he entendido a los creyentes: ves claramente que ese dios negro es un fraude y sin embargo crees sin embargo en el dios judío que es tan absurdo y fraudulento como el otro. Misterios de la irracional mente humana.
"Ahora me vino una duda, los no creyentes dicen que después de la muerte no hay nada que es inevitable morir y que la vida no tiene un sentido per se, ¿Porque se esfuerzan en alargar la vida? ¿Porque como especie humana no aceptamos la inevitable situación que tenemos que extinguirnos en algún momento?"
Planteas el problema al revés. Como los no creyentes sabemos que la vida es una y corta es por eso que intentamos vivir el mayor tiempo posible y de la mejor manera. La contradicción es la de los creyentes, que supuestamente creen en una infinita dicha y sin embargo se agarran patéticamente a esta cortísima vida. Si vas a vivir miles de millones de años en el cielo, con los angelitos tocando la lira ¿a qué preocuparte por lo que te pase en este suspiro terrenal? Es por ello que siempre he pensado que en el fondo no hay ningún creyente honrado, ya que ninguno cree de verdad en esa otra vida que tanto añoran.