Está más que demostrado que el cerebro humano es un órgano
poderoso capaz de alterar su propia percepción de la realidad. Y quizás uno de
los ejemplos más evidentes de este comportamiento sea la autogestión.
Sólo basta una pequeña teatralización basada en el
principio de autoridad y la inmensa capacidad de autosugestión del ser humano
puede hacer el resto generando el efecto placebo.
Ahora bien, este efecto no sólo funciona desde el punto de
vista médico, cualquier persona con ascendiente o poder sobre otra podrá
sugestionar a este segundo individuo en las más variadas "creencias"
aunque estas sean del todo disparatadas. Y así aparecen los milagros, con esas hordas de desesperados y también
totalmente crédulos individuos, seres capaces de pensar que rezar a una inexistente deidad
inventada por algunos de los más alocados miembros de nuestra tan particular
especie les convierte en el centro del universo.
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