Como dice el refrán, no hay nada más atrevido que la
ignorancia. Y en este mundo en el que se ha malinterpretado el concepto de
democracia hasta convertirla en una idiocracia, en
donde si un par de cientos de miles de los más ignorantes miembros de nuestra
especie deciden en su iletrada y santa voluntad que prefieren ser atendidos de
sus dolencias (y lo que es peor la de sus inocentes hijos) por esos nuevos
chamanes, que en realidad siguen practicando los mismos conjuros de hechicería
que ya devastaban a nuestros pobres antepasados, pues no hay nada que hacer, se
suspende cualquier atisbo de racionalidad y en nombre de la
"libertad" de elección se olvidan tres o cuatro siglos de
conocimiento científico y asunto arreglado.
Porque en esta época en donde los holgazanes de Gran
Hermano, la Princesa del Pueblo que además es "escritora" y demás
personajillos analfabetos funcionales y prácticamente débiles mentales son el
espejo en donde se miran las nuevas generaciones como culmen máximo del éxito
social, como se va a coartar la "libertad" de unos descerebrados
padres por poner en peligro la vida de su vástago por su negativa a uno de los
principales logros de la medicina científica, la vacunación. Porque si como
desgraciadamente ha ocurrido, llegamos a una situación límite, entonces sí, ya
se encargarán esos sufridos médicos (denostados por todo el iletrado mundo
neohippie) de intentar salvar la vida del inocente niño de Olot, que se
encuentra al borde de la muerte con los pulmones, los riñones y el corazón
destrozados, con todas las herramientas científicas a su alcance para intentar evitar que ocurra lo peor, un
terrible desenlace en el que el pobre chaval acabe muriendo por el criminal
azar genético de haber nacido descendiente de unos padres más simples que el
mecanismo de un botijo y menos evolucionados que esos patógenos que son
incapaces de comprender en su homeopática ignorancia.
Pero eso sí, que quede bien claro (en este mundo asolado por
la mediocridad y en donde es un insulto y una ofensa el decir alto y claro la
verdad) ¡nada de vacunaciones obligatorias! que van en contra del sacrosanto
principio idiocrático de que un imbécil integral, por el simple y mero hecho de
haber eyaculado o parido a un niño, piense que (por haber entrado en un par de webs y haber leído tres libros de autoayuda y vida sana) entiende más de epidemiología,
fisiología, medicina, virología e inmunología que esos millones de científicos
y médicos que se han dejado y se siguen dejando la piel para inventar y
perfeccionar las vacunas, profesionales todos ellos que muy desgraciadamente a
día de hoy tienen menos influencia que cualquier vociferante tertuliano de la
degradante TV, anoréxica modelo incapaz de construir un par de frases
hilvanadas o destripaterrones multimillonarios cuya única y estúpida habilidad
conocida consiste en darle patadas a un balón hasta alojarlo en el fondo de una
red bajo la vociferante mirada de cientos de miles de idiotizados seguidores
que los veneran casi como si fueran héroes homéricos.
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