Parece que este cateto país no haya avanzado nada desde la medieval
corte de los milagros de los Austrias.
Porque sólo así se puede entender que el
alcalde de una populosa ciudad, solicite en nombre del rey (sí, aunque
parezca increíble seguimos siendo gobernados por un individuo cuyo única virtud
es descender de una lejana estirpe de rápidos espermatozoides capaces de ser
los primeros en fecundar los óvulos de sus primas, para así perpetuar por los
siglos de los siglos el linaje de los borbones, hombres de pocas luces pero de
bragueta inquieta) a una estatua de cartón piedra que representa a un
hipotético mago (que no sólo no apareció nunca por nuestra piel de toro, puesto
que todo fue una interesada invención del sórdido obispo Gelmírez, incapaz de
imaginarse siquiera que existía, y no digamos ya de viajar a una península en
los confines del mundo conocido que necesitara de la presencia de un
insignificante y analfabeto pescador de río) en la gestión de la crisis
económica y de sus terribles efectos.
Así el alcalde alucinado ha pedido que
"la luz de Santiago Apóstol dé calor a todos, alejando de quien las padece las penurias de la pobreza y acercándonos a una sociedad a cada paso más fraternal y solidaria".
Vamos, que el santo reparta calefacción gratuita a los
pobres. Pues menudo disgusto se iban a llevar las empresas energéticas si el apóstol
les hace competencia desleal. Lo mismo el asunto acaba en los tribunales.
Y como este cateto alcalde además de papanatas confía poco y
menos en los dirigentes de su partido que actualmente nos gobiernan, pues también
ha pedido a la estatua de escayola su intervención sobrenatural para el
ejercicio de dos derechos constitucionales: "el derecho al trabajo y a la
vivienda".
Imaginen la cara que se le hubiera quedado al pescador
Santiago si en vida le hubieran pedido consejo de como gobernar el Imperio
Romano. Pero aquí tenemos a nuestros idiotizados gobernantes patrios, mostrando
al mundo toda su piadosa inutilidad: ¡Santo por favor!, como no sabemos qué
narices hacer para solucionar esta pavorosa crisis haz un par de milagritos.
Como siempre he dicho, la religiosidad debería ser
considerada una profunda deficiencia mental que incapacita a quien la padece y
debería ser tratada psiquiátricamente por personal médico especializado que
evite que estos pobres débiles mentales se hagan daño a sí mismos, y lo que es
más importante, que con sus ineptas decisiones
destrocen la vida del resto de los ciudadanos y arruinen el país.
Y el pobre demente terminó con su patético alegato al santo con
un
"Te ruego que nos acompañes en nuestro trabajo, de una forma especial a los que tenemos deber y responsabilidad de gobernar porque no siempre es fácil acertar completamente".
¿Cómo que completamente, si estos tarados meapilas no
aciertan ni una y son incapaces de pensar con la más mínima coherencia?¿Se
puede dejar los asuntos públicos en manos de este tipo de individuos? Y luego
alguien se asombrará de las decisiones tomadas por esta caterva de débiles
mentales.
Lo peor de todo, es que actos como el que describes generan simpatía entre el pueblo que los elige.
ResponderEliminarPero bueno, nada nuevo bajo el sol de tierras ibéricas.
Un saludo y los mejores deseos en el nuevo año.
QUE BUENO ES HABER ENCONTRADO DESDE VENEZUELA ESTE BLOG, FELICITACIONES SIGA CON LA CRITICA QUE ALGO CONSTRUIMOS.
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