¿Qué padre no ha contado a su hijo pequeño historias sobre
duendes, angelitos, hadas, el ratoncito Pérez, etc. para entretenerlos,
fomentar su imaginación, calmarlos o simplemente porque nos gusta pasar un rato
con nuestros hijos aficionándolos de paso a la literatura? Pero todo tiene un
límite.
Y estos cuentos tienen su época dentro del desarrollo del
niño, y así nadie espera que su hijo al crecer siga creyendo en el ratoncito
Pérez y lo que es más, si algún padre descubriera que su hijo adolescente de 15
años tras un accidente doméstico, por
ejemplo caerse por la escalera con el resultado de un diente roto, ha guardado
el incisivo bajo la almohada en espera de un regalo, muy seguramente que lo
llevaría muy preocupado inmediatamente al médico para identificar que le está ocurriendo
a su vástago para frenar de esa manera su desarrollo intelectual.
Ahora bien, lo increíble del caso es que hay infinidad de
padres en el mundo, que a medida que sus hijos van creciendo y por tanto sus
despiertas mentes van abandonando todos esos más o menos bonitos cuentos (porque
poco a poco los niños van siendo cada vez más capaces de diferenciar la
realidad de la ficción) se empeñan absurda y mentirosamente en seguir contándoles
machaconamente historietas de angelitos, zarzas ardientes, vírgenes, serpientes
parlantes, zombis hijos de una paloma y demás absurdas y dementes
alucinaciones, inventadas por pobres e ignorantes pastores de cabras de la Edad
del Bronce, con el engañoso objetivo de intentar (y en demasiadas ocasiones
lograr) convencerles que esas disparatadas ficciones son realidades incuestionables
alrededor de las cuales deben construir enteramente sus vidas y lo que es peor las
del resto de los ciudadanos, acepten o no ellos estas delirantes invenciones.
Y este negligente a la vez que pernicioso comportamiento
paterno sólo tiene un nombre y es estafadora manipulación, que en los casos
extremos de esos fanáticos padres que reprimen a sus hijos con terribles
historias de pecados e infiernos debería ser considerado simple y criminal tortura
psicológica, que por supuesto debería estar calificado como un atentado contra
los derechos humanos de la infancia y ser perseguido de oficio, puesto que los
niños nunca pueden ser una simple propiedad de los padres y como individuos
autónomos tienen derechos inalienables que nadie, ni siquiera sus propios
progenitores pueden conculcar.
Esa protección integral de la infancia, que en la actualidad
brilla por su ausencia, permitiría
impedir situaciones tan trágicamente sangrientas como la recientemente ocurrida
en Nigeria, en donde una pobre niña de tan sólo 10 años se ha inmolado en
un mercado, matando de paso a docenas de personas en nombre de un vengativo dios
y su rijoso y pederasta profeta.
Me parece que una de las principales causas del éxito de las religiones es el adoctrinamiento infantil. Lo que se aprende de muy niño resulta difícil de erradicar cuando mayor.
ResponderEliminarEs un poco raro ver una nena de 12 o 13 años escribiendo una carta a Santa Claus, pidiendo regalos imposibles y creyendolo realmente... :O
ResponderEliminar¿Existen historias infantiles fundamentadas en el humanismo? Sin caer en el adoctrinamiento religioso y fantasioso. Algo como "la magía de la realidad" de Richard Dawkins, pero para pequeños en preescolar.
ResponderEliminarME ENCANTO!!! QUE MAS PUEDO DECIR
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