A lo largo de los años de escritura, en este blog y más recientemente en "La Ciencia y sus Demonios" del que soy colaborador, he recibido innumerables calificativos, pero con diferencia el más profusamente usado contra mí a modo de insulto y de descalificación por creyentes en las más variadas religiones ha sido sin duda el de fanático ateo o fanático antireligioso.
Y aunque en múltiples entradas y comentarios de estos dos blogs he respondido profusa y contundentemente hoy únicamente quisiera dejar esta breve reflexión.
Qué triste mundo es éste en el que vivimos en donde enseguida se confunde y se iguala bajo la misma etiqueta a racistas, sexistas, talibanes varios, homófobos, explotadores de todo pelaje y ese largo etcétera de opresores de cuerpos y de mentes que pueblan y lo que es peor dominan este pequeño planeta con aquellos que intentamos (dentro de nuestras limitadas aptitudes y escasas fuerzas) denunciar sus tiranas ideas y sus execrables comportamientos.
Pero en fin, parece que lo correcto en este mundo descafeinado consiste en vivir en una exquisita neutralidad entre opresores y oprimidos, verdugos y víctimas, parásitos y explotados, sin poder decantarse nunca por nada, sin luchar por un mundo más racional e igualitario, sin protestar frente a la injusticia o la locura, aún cuando esta pasiva y cobarde actitud implique la pervivencia cuando no la perpetuación de la ignorancia, la explotación y el sometimiento a los mismos poderes que nos llevan oprimiendo desde la invención de la agricultura allá por los albores de la civilización, y todo ello para no ser etiquetado de radical o fanático.
Qué triste mundo es éste en el que vivimos en donde enseguida se confunde y se iguala bajo la misma etiqueta a racistas, sexistas, talibanes varios, homófobos, explotadores de todo pelaje y ese largo etcétera de opresores de cuerpos y de mentes que pueblan y lo que es peor dominan este pequeño planeta con aquellos que intentamos (dentro de nuestras limitadas aptitudes y escasas fuerzas) denunciar sus tiranas ideas y sus execrables comportamientos.
Pero en fin, parece que lo correcto en este mundo descafeinado consiste en vivir en una exquisita neutralidad entre opresores y oprimidos, verdugos y víctimas, parásitos y explotados, sin poder decantarse nunca por nada, sin luchar por un mundo más racional e igualitario, sin protestar frente a la injusticia o la locura, aún cuando esta pasiva y cobarde actitud implique la pervivencia cuando no la perpetuación de la ignorancia, la explotación y el sometimiento a los mismos poderes que nos llevan oprimiendo desde la invención de la agricultura allá por los albores de la civilización, y todo ello para no ser etiquetado de radical o fanático.
Muy bueno, Daniel.
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