Que a estas alturas del siglo XXI existan todavía lugares en la Tierra en los que las enfermedades mentales se consideren delito es una muestra de lo poco que hemos avanzado como civilización y lo cerca que seguimos de épocas no tan pretéritas en donde la superstición, la ignorancia y el fanatismo eran la regla general.
Porque así es como piensan tratar en Pakistán a un pobre desgraciado que dice ser un profeta musulmán. Y todo ello porque en este país como en otros muchos subyugados por el opresivo Corán, cualquier declaración sobre la religión que se salga de los estrictos cánones de la interpretación oficial es siempre sospechosa de blasfemia. El reo deberá pagar también una multa superior a los 11.000 dólares, imagino que para aplacar al santo y reverenciado Mahoma por intrusismo profesional del pobre enfermo mental. Así que ya saben, si quieren declararse profetas mejor que lo hagan dentro de cualquiera de las innumerables sectas que conforman el cristianismo, en donde por cierto no está nada mal visto la aparición de un nuevo mesías y además tienen exenciones fiscales.
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