Esta es la descorazonadora conclusión del último
informe realizado por el "Pew
Research Center" en donde se analiza la situación mundial de la
religión.
Así este informe denuncia que cada vez hay más países en
donde se practica y aumenta tanto la persecución como la violencia religiosas. Por
supuesto en los países islámicos se persigue a cristianos, en naciones con
mayoría cristiana se discrimina a los musulmanes, en estados con mayoría de
budistas se asesina a musulmanes, en Israel se persigue y discrimina a los
musulmanes, los hinduistas se pelean con los musulmanes y así sucesivamente, siempre
que haya una minoría de creyentes que adoren a un dios diferente al de la
mayoría de sus conciudadanos.
Es lo que tiene la religión que como veneres de forma
distinta al mismo dios u honres a otro dios diferente, lo llevas claro.
Entonces los supuestamente amables, piadosos, morales y pacíficos creyentes que
conforman la mayoría religiosa en tu país, te insultarán, humillarán,
perseguirán, discriminarán, encarcelarán y hasta te ejecutarán. Eso sí que
quede claro todo ello lo harán por tu propio bien, para que cuando mueras
puedas acceder a su paraíso particular lleno de gozo y de dichas y no tengas
que pasar toda una eternidad de dolor, castigo y sufrimiento en el infierno por
no haber acertado ante la única y verdadera deidad.
Además hay una minoría fuertemente discriminada o perseguida
en prácticamente todo el mundo. Por supuesto me refiero a los ateos, que
tenemos la particular desdicha de poder poner de acuerdo a todas esas creencias
enfrentadas entre sí en un único objetivo: perseguir la increencia de todas las
maneras posibles. Porque es muy triste
que en lo único en lo que son capaces de ponerse de acuerdo obispos católicos,
rabinos, brahmanes, telepredicadores protestantes, ulemas, sacerdotes
anglicanos, monjes budistas y demás mediadores de lo divino es en considerar a
los ateos seres impuros y despreciables, que contaminamos este maravilloso
mundo creado por su respectivo dios (hay tienen entre sí unas pequeñas
diferencias irreconciliables) con nuestra impía presencia.
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