Ya era hora. Después de dos milenios en donde los católicos
han defendido a capa y sobre todo a espada que su demente credo era una verdad
incuestionable, una de las católica más famosas de la actualidad acaba, en un
arrebato de sincera ingenuidad, de poner en evidencia toda la triste y criminal
verdad católica.
Así la inefable autora del discriminador, sexista y justificador
libro de la humillación y el sometimiento femeninos acaba
de declarar ante la polémica suscitada por su antidemocrático libro que
"si le denuncian a ella, deberán denunciar también a San Pablo y retirar todas las Biblias del mercado"
¡Aleluya! Por fin, una
católica se ha dado cuenta de que toda la doctrina de la iglesia se basa en un
sexismo discriminador que no tiene cabida en una sociedad democrática. Ahora
solo falta que el resto de los cientos de millones de adocenados católicos
entiendan que su religión (por cierto como todas las demás) es algo que debería
estar prohibido y perseguido por la ley en una sociedad que aspire a la
igualdad y a la propia democracia.
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