El gobierno del Partido Popular es muy dado a calificar
de miembros del movimiento antisistema e incluso directamente de nazi-terroristas
a cualquier ciudadano que acogiéndose a los derechos fundamentales de una
democracia muestre la más mínima forma de protesta, disidencia o
contestación a sus antisociales y represivas políticas. Pero en cambio tanto
los dirigentes del Partido Popular y lo que es mucho peor, aquellos miembros
que poseen obligaciones de gobierno y que por tanto deberían estar al servicio
del estado, son muy proclives a saltarse la legalidad en cuanto entra en contradicción con su sesgada y muchas veces antidemocrática visión de la realidad.
Y el último ejemplo acaba de producirse a tenor de la ya
reciente polémica suscitada en España respecto a la
derogación por parte del Tribunal de Estrasburgo de la famosa Doctrina Parot, esa chapucera
artimaña judicial más propia de un tahúr que transgrede los más elementales pilares
de la justicia democrática y que no se le hubiera ocurrido ni a un estudiante
repetidor de la licenciatura de Derecho. Porque independientemente de que como
ciudadanos podamos considerar si es suficiente o no que un criminal reincidente,
condenado a cientos de años de prisión pueda ser excarcelado al cabo de un par de décadas,
lo que no se puede hacer es tirar al cubo de la basura uno de los pilares de la
justicia con la aplicación retroactiva de una pena para un condenado ya juzgado
años atrás. Cosa que nuestros gobernantes y juristas deberían saber ya que
España, como cualquier país civilizado de Europa firmó en su momento la Convención Europea de Derechos
Humanos en la que se prohíbe
taxativamente "la
irretroactividad de las leyes penales desfavorables" para el
condenado.
Pues bien, cuando el alto tribunal europeo ha sacado los
colores (con toda la razón) al sistema judicial español habría que diferenciar
claramente la compresible indignación de las víctimas y sus familiares (para
los que nunca será suficiente el castigo para el criminal que les arrebató a su
ser querido) de la postura oficial del gobierno (y del partido que lo sustenta)
que no puede ser otra que la de acatar la resolución. Luego el gobierno si
quiere puede endurecer el código penal hasta la cadena perpetua o incluso hasta
la pena capital si así lo desea y se cumplen las normas y trámites
parlamentarios necesarios, pero por supuesto únicamente para los nuevos delitos
que se juzguen a partir de la entrada en vigor de la ley. Porque lo contrario
es el fin de la jurisprudencia occidental tal y como la conocemos.
Pues bien, diversos altos cargos de PP entre los que se
encuentra la famosa lideresa madrileña Esperanza Aguirre (demagoga a tiempo
completo y especialista en emporcar como dirían en mi pueblo) y lo que es peor
altos cargos del estado como la Alcaldesa de Madrid Ana Botella (cuyo único
mérito intelectual y político ha sido compartir cama y mantel con el triste e
insufrible señor del bigote) y el Presidente de la Comunidad Autónoma madrileña
Ignacio González (por cierto qué cruz tenemos los madrileños con estos
talibanes) han decidido olvidarse de sus responsabilidades de gobierno (y junto con
algunos colectivos de víctimas del terrorismo) se
han echado al monte demagógicamente para exigir que el gobierno se salte la ley
a la torera y no aplique el fallo europeo, que por cierto es de obligado cumplimiento.
Y así los mismos que insultan constantemente a simples ciudadanos por ejercer
sus más elementales derechos ciudadanos se han pasado al lado oscuro pidiendo
la destrucción del actual sistema de justicia europeo. ¿No es éste el ejemplo
más claro de movimiento antisistema con el agravante además de estar financiado
con los impuestos de todos los españoles? Pero claro, estos individuos ya nos
tiene de sobra acostumbrados que
para el PP las únicas leyes que se deben cumplir son las que a ellos promulgan
y les gustan, el resto se pueden tirar al cubo de la basura o dejarlas en el
más oscuro olvido.
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