Los EEUU son el país occidental en donde está más fuertemente
arraigada la religión, de tal forma que en la actualidad y en su nombre se continua
no sólo tolerando sino manteniendo e incluso promocionando comportamientos tan supersticiosos
que sólo pueden considerarse como medievales. Y por supuesto, en numerosas
ocasiones estas irracionales y atrasadas conductas pueden ser altamente
perjudiciales, llegando incluso a implicar un severo riesgo sanitario para cientos
de miles de personas.
Porque es sorprendentemente llamativo e incompresiblemente
chocante para un ciudadano de este siglo XXI mínimamente racional e informado que,
tal y como indica una reciente
encuesta realizada en EEUU, el 35% de los ciudadanos estadounidenses
piensen que
"Las personas con enfermedades psiquiátricas graves como depresión, trastorno bipolar y la esquizofrenia podrían superar la enfermedad mental únicamente con el estudio de la Biblia y la oración"
¿Cómo? Más de
130 millones de habitantes de la primera potencia científica mundial piensan
que cuando su padre, hermana o hijo presenta una severa enfermedad mental no es
para nada necesario llevarle al médico para que reciba un adecuado tratamiento
psiquiátrico o neurológico, sino que por el contrario es suficiente con
practicar los absurdos ritos chamánicos cristianos (entre
ellos el exorcismo) para que, por obra y gracia de la zarza ardiente, de la
paloma sideral, de su mujer virgen y de su hijo semihumano, la enfermedad
desaparezca milagrosamente. Esto sí que es un verdadero tratamiento médico
avanzado y no las zarandajas de escáneres cerebrales y medicamentos
antipsicóticos tan de moda en la satánica e impía medicina científica.
Claro que luego pasa lo que pasa y estos ignorantes supersticiosos
se encuentran con la terrible realidad de frente como el fanático pastor protestante Rick Warren.
Después de que él y los 400.000 ministros de su congregación lleven décadas
sermoneando al mundo sobre la gracia del dios barbado como única fuente para solucionar
cualquier problema se ha encontrado con que su hijo
profundamente deprimido y enfermo por un desorden de personalidad se ha
suicidado, por lo que ahora parece ser que ha cambiado su visión de las
enfermedades mentales y empieza a aceptar (demasiado tarde) la necesidad de
tratamientos médicos especializados en lugar de los alucinados exorcismos, tan
habituales entre las congregaciones fundamentalistas protestantes. Si no fuera
tan trágico el final podríamos hablar de verdadera justicia poética.
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