Una de las estrategias
más machaconamente impuestas por los partidos nacionalistas en España (de tal
forma que a estas alturas incluso ha calado muy profundamente entre los políticos
de izquierdas) ha sido la de repetir hasta la saciedad que las comunidades autónomas
más ricas en España están financiando y subsidiando a aquellas regiones menos
desarrolladas. Vamos, que los laboriosos y eficientes vascos y catalanes están
manteniendo la ociosidad de extremeños, andaluces o aragoneses. Y como corolario
se desprende que esa prodigalidad debe tener unos límites cuando no acabar
directamente. Y por supuesto este interesado argumento es erróneo en todo punto.
Lo primero que hay que
indicar es que en un país como España los territorios no pagan impuestos sino
que son los ciudadanos y las empresas los que cumplen con sus obligaciones
fiscales. Así dos ciudadanos con los mismos ingresos tributarán similarmente
aunque uno viva en Barcelona y el otro en Cádiz. Por lo que si en Barcelona o
Madrid se recogen más impuestos que en Murcia o Almería es porque hay más ciudadanos
que tributan o simplemente que son más ricos.
Además en España las
empresas pagan sus impuestos en la comunidad autónoma en donde tienen su sede
social independientemente de donde provengan sus ingresos. Así por ejemplo
grandes empresas como Telefónica o La Caixa ingresan todos sus impuestos en
Madrid o Barcelona respectivamente aun cuando es obvio que una gran parte de sus
ventas y sus respectivos beneficios asociados ha sido generados en Extremadura,
Canarias, Galicia o incluso en el extranjero cuando la empresa es
multinacional. Pero para entender lo absurdo que es hablar de las balanzas
fiscales interterritoriales no sólo hay que tener en cuenta donde paga cada empresa sus impuestos,
sino que ese hecho también influye en los impuestos del resto de los
ciudadanos. Así todas las empresas suelen concentrar en su sede social a
aquellos trabajadores y directivos más importantes y por tanto mejor
remunerados. Por ejemplo, Telefónica tiene a las afueras de Madrid una pequeña ciudad en
donde trabajan miles de sus más cualificados trabajadores, que aunque dan
servicio a toda la empresa en España y en el resto del mundo, por supuesto
tributan en la Comunidad de Madrid y no en Asturias. Además esos trabajadores
viven (y por tanto compran) en Madrid por lo que indirectamente pagan (y mantienen)
a otros trabajadores de los más variados servicios, de tal forma que si Telefónica
decidiera trasladar su sede social a Soria no sólo los miles de trabajadores de
la multinacional afectados por el traslado empezarían a pagar impuestos en
Castilla y León si no que se crearían otros miles de empleos indirectos en la
ciudad castellana, perdiéndose por el contrario en la capital de España.
Por tanto en un país en
donde no hay fronteras, aduanas ni aranceles entre sus distintos territorios o
ciudades es del todo absurdo manejar de forma erróneamente interesada los datos
fiscales y de recaudación para defender mezquinamente el argumento de los
desequilibrios fiscales como justificación de lo que simplemente es egoísta insolidaridad.
Y ello es directamente
extrapolable a la actual situación dentro de la Unión Europea, en donde
Alemania (que puede vender todos sus productos sin problema alguno al resto de
los países y que sus empresas repatrían sus beneficios) se queja avaramente de
lo que paga para mantener al improductivo y festivo sur de Europa, pero no se
da cuenta de que millones de empleos en Alemania se perderían automáticamente si
las economías de Grecia, Italia, Portugal o España se cerraran a sus productos.
Así que bien podrían aprender los autosuficientes habitantes del norte europeo un poco de China, principal y fiel comprador de
los bonos del tesoro estadounidense porque sabe que si EEUU quiebra o entra en
una profunda recesión las grandes perjudicadas serían las potentes empresas
chinas exportadoras que dejarían de inundar los mercados norteamericanos con
sus productos.
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