El principal objetivo de los gobernantes debería ser la
gestión eficaz de los siempre escasos recursos públicos. Y para llegar a este
objetivo nada mejor que tomar las decisiones de manera racional basándose únicamente
en criterios objetivos alejados de cualquier tipo de superstición o creencia. Pues
bien, nuestros actuales gobernantes parecen ser expertos desde siempre en el
arte de equivocarse atendiendo a cualquiera de las variadas supercherías que pueblan
nuestro imaginario colectivo. Si no juzguen ustedes.
Desde nuestra más remota historia, allá por el siglo XIII el
"Cantar
del Mío Cid" atribuye la
pertenencia de la famosa espada Tizón
al célebre guerrero burgalés. Por supuesto no existen pruebas históricas
documentales que apoyen estos míticos hechos, pero aún así a lo largo de los
siglos se fueron forjando leyendas sobre varias espadas que pretendían ser la genuina
y legendaria arma. Vamos algo parecido a las famosas astillas de la Vera Cruz,
donde supuestamente fue crucificado el Nazareno, que si se juntasen podrían
formar un bosque pero en versión secular hispana. Quizás la más famosa y
persistente pretendiente ha sido la que le regaló el rey Católico al marqués de
Falces, una espada que yo vi en mi infancia en el museo del Ejército dentro de
una visita escolar de exaltación del espíritu patrio tan habitual durante el
franquismo y los primeros años de la democracia española. Espada por cierto que
siempre me ha parecido de escasas dimensiones: su hoja tiene 933 mm de longitud
en total, con un filo de tan sólo 785 mm y 1,153 kg de peso. Como se puede
observar en la siguiente fotografía
un arma de tan poca entidad que no se puede empuñar en la
práctica con dos las manos a no ser que su propietario fuera de muy corta estatura (¡herejía! ¿el Campeador un enano?) o
un mozalbete o que fuera utilizada como espada ceremonial que es lo que opinan
la mayoría de los expertos que la han estudiado. Partiendo de la base que ya en
su hoja tiene grabado el nombre de Tizona que únicamente se empezó a usar en el
siglo XIV para nombrar a la espada del Cid y que su tipología es claramente del
siglo XV, ya famosos estudiosos tanto nacionales como Menéndez Pidal o
extranjeros la consideraron una burda falsificación. Posteriores estudios de
metalurgia confirmaron en 1999 estos datos fechando la falsificación de forma
más exacta. Aún así en el año 2002, en plena época de exaltación patria del
gobierno Aznar, la ministra de cultura de entonces, Pilar del Castillo
firmó un Real
Decreto declarando bien de interés cultural a tan espuria falsificación, abriendo la puerta para que posteriormente
la Junta de Castilla y León presidida por el político del PP Juan Vicente Herrera
comprara en el año 2007 por la astronómica cifra de 1,6 millones de euros lo que todo el
mundo sabía que era una cosa más falsa que un billete de seis euros. Todo este viejo
asunto se ha reactivado recientemente al
emitir un juzgado una sentencia por la que el avispado marqués que se
embolsó tan fácilmente el millón y pico de euros tiene que compartirlo con
algunos de sus herederos.
Y todo ello permite la reflexión sobre la gestión del
dinero público, sobre todo por políticos que aunque ya retirados como Aznar no han dejado la primera linea ideológica o
en activo como Rajoy que al ser también ministro en aquella época acudió a las
deliberaciones del consejo de ministros en donde se acordó legitimar la
falsificación. Y sobre todo porque tanto el uno como el otro en todas sus
declaraciones y mensajes (y en el caso de Rajoy en todas sus actuales decisiones) abanderan
la idea de que la única salida para la actual crisis es el desmantelamiento del
escaso estado del bienestar obtenido tras duros esfuerzos en las últimas década
en este país porque los ciudadanos hemos sido unos dilapidadores. Por supuesto que el dinero
público se ha dilapidado, pero han sido ellos con la financiación tanto de su
supersticiones pasadas como la comentada en esta entrada y sobre todo con las
actuales como es la terrible malversación de fondos públicos en mantener a
adoctrinadores religiosos dentro de la enseñanza mientras por otra parte no se
renuevan los contratos de miles de profesores de matemáticas, historia, lengua,
física, literatura o química, en sufragar sueldos a capellanes en cuarteles y
hospitales mientras se recorta brutalmente en personal sanitario o en pagar salarios
a obispos, arzobispos, cardenales y curas por toda la geografía española mientras
asistentes sociales, científicos o bomberos engrosan las listas del paro por
falta de recursos públicos.
En resumen, si nuestros piadosos políticos nacionalcatólicos
patrios creen a pies juntillas en los mitos inventados por unos pastores de
cabras judíos y manipulados después por unos parásitos sotanados para vivir del
cuento durante 2000 años, ¿porqué no van a poder ser engañados una y mil veces con
otras absurdas leyendas como es la del Cid y su gloriosa espada? Por todo ello,
me reafirmo en mi pensamiento de que el individuo que es supersticioso, es
blanco fácil de todo tipo de timadores sean estos de naturaleza mística o
pagana. Y por tanto, deberían ser excluidos de las obligaciones gubernamentales
para así poder preservar el buen funcionamiento y gobierno de la res pública,
sobre todo en épocas de crisis como la actual en donde los ingresos fiscales son
escasos y las necesidades muchas.
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