No hay ninguna duda de que la religión es la forma de locura
más extendida y que cuanto más estricta es su práctica, más absurdos y
delirantes quedan los comportamientos de sus idiotizados seguidores. Y entre todos
estos iluminados, los rabinos ultraortodoxos descendientes de largas estirpes de
fanatizados y endogámicos clanes sin ningún contacto con la realidad desde que
Moisés fuera concebido, destacan por su perseverante y ridículo inmovilismo a
la hora de defender la vigencia de unas costumbres prehistóricas inventadas por
unos caudillos analfabetos para sojuzgar a sus todavía más ignorantes súbditos.
Porque si no es muy difícil comprender el nivel de persistente cerrazón desarrollada por Haim Kanievsky, uno de los más viejos e influyentes guardianes de la ortodoxia jasídica. Este anciano senil que ya se opuso en su momento a la obscena TV acaba de emitir un edicto demonizando a los pecaminosos teléfonos móviles inteligentes de última generación (iPhones, Blackberrys y similares) y exigiendo a sus acólitos su inmediata destrucción con el argumento de que facilitan el acceso a contenidos pornográficos (poca confianza tiene en sus barbudos seguidores) y a fuentes de información que van más allá de los estrictos márgenes que permite el mundo ultraortodoxo, vamos cualquier cosa más moderna que la piedra a la que son tan aficionados estos delirantes barbudos desde que Moisés esculpiera los diez mandamientos en las tablas pétreas de la ley judía. La pena es que no sean tan estrictos en cuanto a la medicina babilónica (la única disponible cuando se escribió el antiguo testamento) ya que eso acortaría muy significativamente sus vidas y no llegarían a las seniles edades en las que demuestran su completa estulticia en todo su ignorante y osado esplendor.
Porque si no es muy difícil comprender el nivel de persistente cerrazón desarrollada por Haim Kanievsky, uno de los más viejos e influyentes guardianes de la ortodoxia jasídica. Este anciano senil que ya se opuso en su momento a la obscena TV acaba de emitir un edicto demonizando a los pecaminosos teléfonos móviles inteligentes de última generación (iPhones, Blackberrys y similares) y exigiendo a sus acólitos su inmediata destrucción con el argumento de que facilitan el acceso a contenidos pornográficos (poca confianza tiene en sus barbudos seguidores) y a fuentes de información que van más allá de los estrictos márgenes que permite el mundo ultraortodoxo, vamos cualquier cosa más moderna que la piedra a la que son tan aficionados estos delirantes barbudos desde que Moisés esculpiera los diez mandamientos en las tablas pétreas de la ley judía. La pena es que no sean tan estrictos en cuanto a la medicina babilónica (la única disponible cuando se escribió el antiguo testamento) ya que eso acortaría muy significativamente sus vidas y no llegarían a las seniles edades en las que demuestran su completa estulticia en todo su ignorante y osado esplendor.
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