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22 de febrero de 2012

Algunas reflexiones sobre la investigación en España


Para nuestro insigne de ministro de Educación, José Ignacio Wert, que los investigadores españoles tengan que salir del país para ejercer no es algo "negativo". Qué bonita mentira. La mayoría de nuestros científicos no salen del país, llevan décadas abandonándolo sin poder volver. La asombrosa realidad es que nuestro país, con uno de los presupuestos en I+D per cápita más bajos de todo el mundo desarrollado se dedica a formar licenciados universitarios en universidades mantenidas por el erario público. Posteriormente los mejores y más brillantes aprenden a ser científicos en un laboratorio de investigación (también sostenido vía presupuestos generales del estado) mientras realizan su tesis doctoral con mayor o menor fortuna. Y en este punto o tras un breve periodo postdoctoral en otro laboratorio, la mayoría marchan al extranjero. Si tras un periodo de perfeccionamiento de unos pocos años pudieran volver a España a implementar los conocimientos adquiridos sería una estupenda estrategia, pero la realidad indica que la mayoría de los que se marchan ya no vuelven nunca. ¿Para qué? ¿Para pelear por una plaza de investigador, cuando salga una con un perfil adecuado a su curriculum y conseguirla con los 40 años bien cumplidos? Porque esa es la media de edad de los investigadores que se estabilizan en nuestro sistema científico. 

La cruda realidad es que el estado español se gasta alrededor de 100.000 euros para formar un científico (enseñanza completa hasta la licenciatura, cursos de doctorado o ahora máster, beca o contrato predoctoral principalmente más la incuantificable labor de los directores de tesis) que mayoritariamente pasará a formar parte del sistema científico estadounidense. ¿Alguien ha visto la composición de los buenos laboratorios en EEUU? Están llenos de postdoctorales formados en el resto del mundo (sin gastos de formación previos y que además llegan absolutamente motivados y ya experimentados) y con una exigua minoría de predoctorales (cuando existen). Tras varios años de dura competencia, los más brillantes o los que han tenido más suerte con la publicación de sus resultados (que a veces también ocurre) son promovidos por el sistema a puestos de “principal investigator (PI)” junior con lo que comienza su carrera como investigadores independientes. 

En resumen, a lo mejor habría que repensar profundamente tanto la forma como el destino de nuestra ciencia para intentar sacar el mejor partido a nuestros escuálidos presupuestos de investigación y no seguir financiando la investigación de países mucho más ricos que nosotros y con mayor tradición investigadora.

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