Irán, religión y brujería

La gran disyuntiva de la religión consiste en si los creyentes son consecuentes, es decir, asumen la totalidad de la verdad revelada por su particular divinidad o si por el contrario son seguidores nominales que se autodenominan religiosos pero que no aplican las férreas directrices de sus libros sagrados. En principio este asunto puede parecer anecdótico pero en realidad lleva a millones de creyentes a inventar verdaderas filigranas y a mantener absurdos equilibrios en su vida siempre al borde de la herejía. Un reciente ejemplo de lo irracional que es creer de verdad en una religión se ha dado en la fanática e intransigente república islámica de Irán. Parece ser que en dicho país se ha rodado una película religiosa que anuncia la próxima llegada del duodécimo Imán o Mahdi. Para los musulmanes el Mahdi es el redentor cuya llegada implica la inminente venida del día del juicio final. El problema es que en ese país dicha llegada es un asunto oficial nada baladí, de tal manera que predecir sobre dicha fecha está absolutamente prohibido y es considerado delito de brujería castigado con la pena capital por las leyes iraníes. Así que varios estrechos colaboradores del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, relacionados con la polémica película han sido arrestados y uno de ellos ha sido acusado de hechicería. Que detrás de todo este absurdo asunto están las luchas de poder dentro de la esclerótica república es claro, pero sólo en un régimen medieval marcado por el oscurantismo religioso más atroz se puede esgrimir una acusación de hechicería sin que todos los implicados: legisladores, jueces, fiscales, etc acaben en un psiquiátrico para el resto de sus vidas. En resumen, únicamente la religión puede justificar las locuras más increíbles.