España refugio de fanáticos religiosos

Acabo de enterarme que se está realizando un congreso salafista en el que participan 1200 personas venidas de toda Europa e incluso de Arabia Saudí. El salafismo es una versión rigorista del Islam que se centra única y exclusivamente en la interpretación literal del Corán y promueve la aplicación de la ley islámica o Sharia. Además en repetidas ocasiones ha sido relacionado con grupos de extremistas yidahistas partidarios del terrorismo islamista. Es decir que aprovechándose de la libertad de un sistema democrático estos fanáticos religiosos se reúnen para atacar al propio sistema. Dicho tipo de reunión debería haberse prohibido porque promueve el odio racial y religioso hacia los no musulmanes y justifica la discriminación sexual de la mujer dentro del islam. Pero claro, como hemos permitido durante 30 años de democracia que los fanáticos católicos y sus diferentes sectas: legionarios de Cristo, Opus Dei, Comunión y Liberación, etc junto con la alta jerarquía eclesiástica entorpezcan reiteradamente la igualdad social promoviendo la rebelión contra cualquier ley (del divorcio, del aborto, del matrimonio homosexual, de la memoria histórica, etc) que entre en contradicción con sus cavernícolas creencias, pues ahora nos toca aguantar a los fanáticos musulmanes en justa reciprocidad. Al final España va a acabar convirtiéndose en el refugio ideal de cualquier iluminado adorador de la más absurda deidad que se le ocurra a la mente humana. Esto pasa por haber cedido en los principios fundamentales de la democracia, ampliando los derechos que corresponden únicamente a las personas a todos los colectivos independientemente de lo que prediquen. En aras de esa malentendida equidistancia debemos respetar no sólo a los intolerantes si no también a sus abominables, antidemocráticas y discriminadoras creencias. No podemos prohibir que los católicos laven el cerebro de los niños con sus enfermizas creencias con el dinero de los impuestos colectivos. Están en su derecho de enseñar mentiras. Tampoco podemos objetar cuando católicos y musulmanes insultan, menosprecian y discriminan a mujeres u homosexuales. Los ateos debemos ser tolerantes y no protestar, cuando los obispos españoles nos definen como seres inmorales y pervertidos, personas que se merecen un horrible castigo eterno en el infierno que han creado sus sucias mentes. Y todo ello únicamente por no adorar a su incomprensible trinidad divina. Tampoco podemos salir a la calle a manifestarnos en Semana Santa para no ofender al sentimiento religioso de aquellos que llenan nuestras ciudades y pueblos con macabras representaciones de tortura, incorporadas a su vez a escandalosos armazones recargados de oro, joyas y piedras preciosas. Ahora solo espero con impaciencia el momento en que los ultra ortodoxos judíos también decidan reunirse en España para celebrar cualquier absurda celebración a la que les obligue su colérico dios y ya estaremos todos.