El tribunal superior de Madrid ha prohibido una manifestación atea porque constituye un "riesgo real y efectivo de afectación del orden público con peligro para personas y bienes". Dios mío, el fin del mundo ha llegado. En serio, es vergonzosa la actitud prevaricadora de los jueces en esta nuestra democracia de pacotilla. En un país donde todo el mundo puede manifestarse, desde la extrema derecha a la extrema izquierda, en donde los seguidores futboleros celebran hasta el exceso el triunfo de sus colores, en donde los macrobotellones que acaban en situaciones de vandalismo son cotidianos, y en donde los idiotizados católicos llenan las calles con sus repulsivas expresiones de dolor y tortura, resulta que el único colectivo civil que no puede expresar sus ideas en la calle es el que aboga por la racionalidad. Con ello se demuestra que la tan ensalzada democracia española es una ficción y que en pleno siglo XXI seguimos tan sumisos y postrados ante las sotanas como siempre en este país.
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