Y este irredento ateo por una vez y sin que sirva de precedente está de acuerdo con esa malsana felicidad cristianofascista con una única salvedad.
Ya puestos a poner coto al delirio supersticioso el Ayuntamiento de Jumilla y ya de paso los del resto de España deberían ampliar esa prohibición a todas y cada una de las delirantes y estúpidas creencias del siempre aborregado rebaño religioso. Y así, nada de procesiones, romerías y demás sandeces a los que nos tienen acostumbrados los católicos hispanos y por si acaso el resto de protestantes, budistas, hinduistas y demás religiones. Porque es un haztazgo que día sí y día también un grupo de estúpidos iluminados salgan a la calle a rendir pleitesía al dios cocodrilo o a la diosa del tiempo.
Y lo mismo con los incendios, este mundo estaría mucho mejor si de pronto desparecieran de la faz de la Tierra todas las pagodas, iglesias, catedrales, mezquitas, sinagogas, conventos y demás templos dedicados a la intolerancia, al fanatismo y a la superstición y todos ellos una vez derruidos fueran sustituidos por hospitales, escuelas, museos, planetarios, operas, polideportivos, teatros, centros sociales, universidades y demás infraestructura útil dedicada a mejorar y cultivar el cuerpo y la mente de los ciudadanos del supuestamente avanzado siglo XXI.
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