Hasta las niñas más pequeñas deben vestir el burka para prevenir ataques sexuales

Hay que reconocer que dentro del oscuro mundo de la opresión religiosa, el Islam en general y muy especialmente el wahabismo saudí merecen ser considerados en toda justicia como el culmen de la intolerancia y del fanatismo religiosos. Y en este contexto los individuos más débiles son siempre los más oprimidos. 

Así, bajo el rigorista integrismo islámico saudí controlado por la Mutawa, las mujeres deben cubrirse (o más bien encarcelarse) bajo el oprobioso burka desde que comienzan a menstruar bajo la impresentable justificación de que ello les protege de miradas lascivas y de agresiones sexuales. 

Inciso: ¿Porqué perseguir a los forajidos sexuales cuando cometan la fechoría si podemos encerrar en una cárcel andante a todas las mujeres del país para evitar el delito? No me digan que no es una solución genial que elimina de un plumazo los problemas del colapso de la justicia. Si es que son listos de verdad estos saudíes.

Pues bien, para el clérigo saudí Sheikh Abdullah Daoud esto no parece ser suficiente, todavía queda resquicio para el pecado. Y es que el maligno siempre acecha incansable. Porque dentro de lo que únicamente se puede considerar una mente enferma y sexualmente depravada nuestro clérigo ha manifestado en su divino conocimiento del comportamiento humano que

"hasta las niñas más pequeñas deben vestir el burka para prevenir ataques sexuales"

Si ya la anterior justificación de esa cárcel andante que es burka dejaba en el más absoluto descrédito a los varones musulmanes, al compararlos con animales sin raciocinio alguno que como no pueden controlar sus instintos sexuales, deben vivir alejados de cualquier tipo de visión femenina para poder comportarse con normalidad y decencia, ahora esta nueva locura los hunde directamente en el escalafón más bajo de los delincuentes al equipararlos con los pederastas.

Imagino que esta vanguardista solución del burka infantil (en este caso sin discriminación por sexos), será del mayor agrado de Benedicto XVI y compartida por toda la curia vaticana porque podría poner fin a la escandalosa provocación de la infancia hacia esos pobres curas célibes, que a la vista de los miles de casos descritos de abusos sexuales en toda la cristiandad tampoco parecen poder controlar sus depravados instintos criminales. Lo dicho, no hay ser humano más ofensivamente ignorante, enfermo y criminal que un mediador de lo divino en cualquiera de sus múltiples variantes.