Aunque los cristianos en su infinita y arrogante estulticia se
creen historias como que una serpiente
parlante engañó a una costilla hecha mujer, que un esclavo analfabeto separó
las aguas del Mar Rojo, que un profeta demente salió vivo del estómago de
una ballena o que un dios celoso y cruel exterminó a toda la humanidad y de paso
a todos los animales terrestres por simples celos, la pura verdad es que si
ahora mismo un escritor se inventara una obra de ficción con todas esas
patrañas, a cual más estúpidamente demente sin el soporte y el apoyo del virus
de la fe es muy probable que no vendiera ni un ejemplar de su libro y además acabaría
siendo el hazmerreír de la profesión literaria.
Pero este es el único milagro real de la religión: convertir las mayores sandeces en venerables historias “morales” y a sus estúpidos creadores en profetas santificados.
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