Un paciente llega a la consulta médica con tos, irritación y moqueo nasales, cansancio y algo de fiebre y el médico sin pestañear diagnostica enfermedad. Los detalles de la dolencia: si es debida a un virus respiratorio, a una bacteria o a cualquier otra causa puede luego ser determinado por pruebas adicionales, pero el diagnóstico primario es claro y ha sido realizado por médicos de todas las épocas, incluso en el más lejano pasado cuando los seguidores de Hipócrates no sabían nada de la existencia de los patógenos. También el hecho de que estos síntomas afectaran a una sola persona o fueran comunes a un grupo o incluso a la mayoría de los miembros de una comunidad no condicionaba el diagnóstico, únicamente se hablaba de enfermedad individual o de epidemia.
Ahora bien, supóngase que un médico del pasado u otro de la actualidad dijera que cuando estos síntomas afectaran a la mayoría de los habitantes de una ciudad, región o país entonces ya no debía considerarse enfermedad ¿increíble, no? Es más, si un médico afirmara que si los síntomas catarrales se dieran mayoritariamente entre hombres, o personas de origen asiático, o pobres, o bebedores de cerveza, o panaderos o cualquier otra agrupación humana particular entonces por supuesto que la tos, el dolor de garganta o de pecho, la dificultad en respirar y la fiebre debían dejar de ser considerados síntomas de enfermedad y pasar a ser una virtud, muy seguramente este más que curioso galeno perdería su credibilidad profesional y en el peor de los casos lo mismo acababa siendo expedientado por mala praxis médica.
Sin embargo hay una especialidad clínica en donde a día de hoy este tipo de diagnósticos sui generis, totalmente dependientes de factores externos siguen estando muy presentes y es la Psiquiatría.
Si una persona tiene delirios, alucinaciones visuales, oye voces o incluso habla con entes que nadie más puede ver el diagnóstico es claro, incluso para los que no hemos estudiado años y años los complejos mecanismos de la mente: esa pobre persona es un enfermo mental.
Ahora bien, si esos delirios, alucinaciones visuales o voces están asociados a una supuesta virgen judía que fue forzada por una paloma extraterrestre hace dos milenios, si el paciente “habla” con el hijo bastardo de la violada que luego fue crucificado por esa misma época o escucha un mandato de una colérica zarza ardiente que a la vez es el padre y la misma persona que ese mismo bastardo circuncidado entonces la inmensa mayoría de los psiquiatras se abstendrán de tratarlo y muchos considerarán al pobre infeliz un elegido que debe ser tratado con admiración y casi con envidia puesto que tiene línea directa con el mundo supernatural.
Porque creer en las hadas, en Papá Noel o tener un amigo imaginario a los 7 años puede ser hasta divertido, pero si ese comportamiento se mantiene a los 30 años entonces es una señal evidente de que algo anda mal en el cerebro.
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