Si de verdad existieran uno o varios dioses reales que se
preocuparan por los humanos hace ya mucho tiempo que hubieran mostrado su
presencia y sus deseos. Pero el que cada cual adore a una divinidad diferente y
antagónica que la de sus vecinos solo puede derivar a una inevitable y certera
conclusión: no hay ningún dios ya que todos han sido inventados por la fértil,
pero también delirante imaginación humana; esa misma que quiere (infantilmente
por cierto) que seamos el centro del Universo y que demos sentido a una
naturaleza más que despiadada para la que en realidad no contamos nada más que
para ser una de decenas de millones de especies que luchan cada día por poder sobrevivir.
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