Los religiosos en cualquier fe afirman que su creencia es la
única verdadera. Pero como no presentan prueba fehaciente alguna el resultado
es un galimatías en donde para complacer a su respectiva deidad unos imbéciles
se tapan la cabeza con un trapo mientras otros estúpidos se colocan un ridículo
sombrero, unos idiotas comen cerdo pero no vaca mientras otros mentecatos lo
hacen al revés, unos majaderos van al templo el viernes mientras otros memos lo
hacen el sábado o el domingo, unos lerdos se afeitan la cabeza y visten túnicas
color azafrán mientras otros necios van de riguroso negro, obtusos creyentes se
dejan crecer la barba mientras otros mostrencos se rizan el pelo con tirabuzones. Y así hasta el infinito de la ignorancia y la estulticia.
Y mientras tanto, aquellos que utilizamos nuestra cabeza para proteger a ese privilegiado cerebro humano que nos regaló la selección natural tenemos que aguantar (con el debido respeto y hondo asombro) que estos dementes, que ni siquiera se ponen de acuerdo en que la zarza colérica, el dios elefante o el gordo barrigón sea la afortunada deidad a la que tenemos que rendir servil y estúpida pleitesía, intenten imponernos (muchas veces a la fuerza y con violencia) sus cavernícolas dogmas y delirante ritos inventados por profetas analfabetos y claramente dementes de la más o menos remota antigüedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario