Los creyentes viven en un mundo de superstición e
irracionalidad. Por ello es más que sorprendente cuando uno de estos pobres
analfabetos del siglo XXI son capaces de utilizar su cerebro para algo más que
para aprenderse de memoria alguno de esos infumables libros que contienen los
delirios de enfermos psiquiátricos del tiempos remotos.
Y lo más increíble de todo es que puedan desmontar con la más aplastante lógica, sus propias e irracionales creencias. ¡Que lo disfruten! porque religiosos tan sinceros como este estadounidense no abundan.
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