Está más que demostrado que la inventiva de los charlatanes no tiene límite alguno, pero a veces es tan disparatada que puede ser motivo de mofa, befa y escarnio tal y como la muy racionalista Harriet Hall desveló hace ya algún tiempo con la famosa «vitamina O», brebaje que desgraciadamente sigue sirviendo en la actualidad para que timadores del tres al cuarto sigan estafando impunemente al común de ese rebaño al que muy desgraciadamente le viene demasiado grande el apelativo de sapiens.
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