Las nuevas religiones, al carecer de esa supuesta respetabilidad de lo antiguo, muestran más descarnadamente la irracionalidad y la sandez de sus dogmas pero, no nos engañemos, es igual y patéticamente estúpido creer en un emperador galáctico que exterminaba a sus enemigos en los volcanes de la Tierra o en una "benevolente" deidad capaz de parar el ocaso del Sol para que una insignificante tribu de circuncidados tuviera más tiempo para exterminar a sus adversarios.
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