Una de las más absurdas, dementes, ofensivas y sangrantes locuras del cristianismo consiste en considerar que esos simpáticos y diminutos seres que nacen del vientre de una mujer son en realidad unos sucios y peligrosos pecadores que deben redimir sus pecados (aunque en realidad no son suyos, pero eso da igual para las enfermizas y pútridas mentes destruidas por la ignorancia religiosa del cristianismo) aún cuando ese extraterrestre todopoderoso que todo lo sabe ya había planificado el horrendo pecado frutal de unos iletrados nudistas.
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