Los creyentes en su infinita estulticia no se dan cuenta de lo terriblemente ofensivo que es creer, que en un mundo lleno de miserias y maldades, una entidad omnisciente solo se dedica a hacer ”felices” a los más descerebradamente estúpidos miembros de una especie a la que se debería considerar con toda justicia como el “homo estupidus superticiosus”.
Y para demostrar mi tesis, un brevísimo fragmento cinematográfico de la interesante (aunque demasiado descafeinada) serie televisiva “El joven Sheldon”.


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