Aunque la Biblia está llena de versículos erróneos y más falsos que un billete de seis euros, existen algunos que muestran como nadie la patéticamente monstruosa farsa que construyeron a lo largo de los siglos los mentirosos seguidores del nazareno demente.
Hasta prácticamente ayer mismo, la Biblia ha sido considerada tanto la palabra exacta de una colérica y celosa divinidad, como casi un libro histórico que narraba fielmente los sucesos acaecidos al pueblo judío hasta la muerte del nazareno demente.
Sin embargo, no hay que ser un premio Nobel para comprender, tras una breve lectura casi al azar, que la Biblia es simplemente una recopilación de deseos de un pueblo torturado y que sus cronistas fueron burdos propagandistas que dejan casi a la altura del betún a ese manipulador nazi llamado Goebbels.
Y quizás el mejor ejemplo de este disparate cristiano sea el evangelio de Mateo, uno de cuatro escritos canónicos en los que se basa el cristianismo y que fue escrito por un propagandista anónimo en una fecha tan lejana como unos 60 años después de la supuesta muerte del nazareno.
Cuando este "Mateo" narra (es decir, se inventa descaradamente los hechos acaecidos tras la muerte de profeta demente) parece ser que estaba bajo los efectos de potentes psicotrópicos o en su defecto, que era uno de los mayores mentirosos que hayan salido del vientre materno.
Porque este "Mateo" escribe, sin pudor ni vergüenza alguna que:
"Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron;y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos.…"
Y ya puestos a analizar este increíble pasaje bíblico es más que curioso (o no) que ningún cronista judío o romano de la época confirme estos increíbles "hechos", porque si tras un terremoto Jerusalén se hubiera llenado de muertos vivientes es evidente que las noticias hubieran traspasado los límites del Imperio Romano y hasta en la lejana China hubieran llegado los ecos de tan asombrosos sucesos.
Por ello, el atronador silencio de todos (excepto los 4 descerebrados seguidores del nazareno demente) confirma de manera taxativa que los escritores de la Biblia eran unos mentirosos redomados y que este libro debería estar arrinconado en la sección de narrativa de ficción, lejos de cualquier persona susceptible que pudiera perder el juicio con su peligrosa lectura.
Alfonso por favor deja de enviar comentarios tuyos "respaldados" por "estudios" publicados en revistas tan poco científicas como el "Journal of the Evangelical Theological Society". NO cuela, son simple propaganda de fanáticos protestantes que no tienen ninguna credibilidad.
ResponderEliminarFinalmente, si no entiendes la diferencia entre la Ciencia seria y la propaganda cristiana mal vas.