¿Se imaginan que todos los domingos grupos de ateos se concentraran en silencio enfrente de iglesias y catedrales con pancartas con lemas ateos? ¿Cuánto tardaría el siempre suspicaz rebaño católico en gritar a los cuatro vientos “persecución” y exigir ”protección”? ¿Alguien puede imaginar que en este contexto la policía y la justicia no intervinieran inemdiatamente?
Es más, en este hipotético caso prácticamente todos los medios de (des)información abrirían los telediarios, llenarían portadas de periódicos y colmarían las tertulias radiofónicas con la indignante noticia de que los siempre intolerantes, agresivos y criminales ateos han cruzado todas las líneas de la decencia y que deberían ser encarcelados (sin necesidad de juicio incluso) rápidamente en algún penal olvidado de la mano de dios y que hasta la propia constitución debería ser reformada de manera inmediata para que estos “salvajes” perdieran todos sus derechos.
Sin embargo, aun cuando desde el pasado mes de abril se aprobó una ley que penaliza el acoso a las mujeres que deciden abortar y a los sanitarios que les ayudan en ese difícil momento, no pasa prácticamente ni un día en el que fanáticos de organizaciones cristiano-fascistas no hagan guardia frente a las clínicas de planificación familiar llamando pecadoras a las mujeres y criminales a los profesionales.
Y por supuesto, policías, jueces y estamentos gubernamentales haciendo dejación de sus funciones y ni una palabra en los medios de (des)información. Porque que quede claro que en esta pseudodemocracia bastarda del fascismo solo tienen derechos la “gente de bien”, esa misma que puede saltarse la ley a su antojo sin repercusión alguna.
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