Los supersticiosos en todas sus variantes (religiosos, anticiencia, negacionistas y defensores de las más variadas y estúpidas "teorías") siempre apelan al "respeto" cuando alguien con la más mínima inteligencia les muestra la irracional estupidez de sus creencias. Sin embargo, si hay algo tan natural en el cerebro humano como la irracionalidad es la posibilidad (para la mentes despiertas) de poder reírse de esa misma irracionalidad.
¿Hay que ser "respetuoso" cuando alguien afirma que un trozo de oblea de pan se convierte por el arte de birlibirloque de un sotanado en el cuerpo y la sangre de un semidiós muerto hace un par de milenios? ¿debemos respetar la creencia en los elfos, los duendes y las hadas? ¿debemos acatar en profunda sumisión que alguien nos diga que nuestro hijo por haber nacido bajo Venus en cuarto creciente va a ser una estrella de rock o un tarado mental? ¿está mal reírse cuando te pontifican sobre las bondades del agua azucarada o de beber lejía diluida? ¿hay que guardar respetuosa sumisión ante un analfabeto científico que te quiere convencer de que vacunarte te modificará el ADN y que Bill Gates te controlará así por vía wifi 5G? ¿debemos ser respetuosos con los que afirman que la Tierra es plana y que estamos controlador por reptilianos extraterrestes?
Porque una de las terribles consecuencias de que nuestro cerebro de primate haya sido seleccionado durante varios millones de años por la siempre rácana selección natural es que tenemos una tendencia innata (y demasiadas veces errónea) para asociar eventos azarosos y para creer a pié juntillas aquello que nos dicen los que nos rodean por más disparatada que sea la idea, porque el instinto de primate grupal se superpone a todo.
Sin embargo, tras largos eones de oscurantismo y superstición algunos pocos primates han (hemos) desarrollado el pensamiento crítico y el racionalismo (base de la actual ciencia moderna y de todo su exponencial esplendor) y con estas maravillosas herramientas el mundo natural, sus conexiones y hasta nuestro propio comportamiento se está desvelando.
Y sin embargo, lejos de poder propagar a los cuatro vientos la buena nueva racionalista parece ser que debemos guardar sumiso respeto y humillado decoro ante las mismas delirantes estupideces que aquellos individuos menos sapiens de nuestra especie llevan milenios defendiendo.
Por eso quizás sea ya el momento de dejar atrás tanta inútil
diplomacia y, como bien decía el célebre personaje de Forres Gump, afirmar con
rotundidad que "tonto es quien dice tonterías". Y quien se ofenda
quizás debería releer con suma concentración los libros de texto universitarios
o simplemente repasar algo de la siempre omnipresente Wikipedia sobre la historia
y los logros de la Ciencia en los últimos siglos para intentar abandonar su más que comprobado analfabetismo.
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