Dentro de su mundo de fantasía los cristianos tienden siempre a minusvalorar (cuando no directamente a esconder) el Antiguo Testamento por las evidentes tropelías, abusos, crímenes y genocidios varios a los que dedicaba su tiempo la siempre colérica zarza ardiente.
Y por el contrario, no hay cristiano devoto que no adore a ese nazareno milagrero porque supuestamente trajo al mundo una buena nueva de paz y amor, al más puro estilo hippy.
Sin embargo no hace falta ser un gran filósofo, teólogo o simple pensador sino simplemente leer (y lo que es más importante) entender la Biblia para comprender que en comparación Jesucristo, los evangelistas y el famoso Saulo de Tarso fueron infinitamente más malvados que la sarta de profetas desconocidos que pergeñaron la Torá judía.
Porque es evidente que Iahvé, aparte de un chapuzas integral, tenía una mala sombra que ríanse ustedes de los crímenes de Atila, Hitler o Stalin, por poner solo algunos ejemplos de genocidas de toda época y condición, villanos que tan desgraciadamente abundan en la horrenda historia de esta nuestra especie de primates demasiado proclives a la violencia en todas sus facetas.
Pero hubo algo que no se les ocurrió inventar a los profetas dementes que intentaron dar esa "moralidad" tan sui generis que destila el Antiguo Testamento: la tortura eterna. Porque en los libros sagrados del Judaísmo toda la criminal y sanguinaria venganza de Iahvé acababa siempre con la muerte del pecador, aunque a veces también con la de su descendencia, parientes, amigos y hasta con el ganado, que no se yo que culpa tendrían los animales domesticados. Pero de ahí no se pasaba.
Sin embargo, la prédica del nazareno demente y la posterior interpretación de evangelistas y demás enfermizos "padres la iglesia" conlleva la aparición de una maldad a una escala casi inimaginable: la tortura hasta el fin de los tiempos de aquellos pobres desgraciados que no aceptamos el "amor" del bastardo extraterrestre.
Pero hete aquí, que más de mil millones de descerebrados consideran a día de hoy que este pobre demente es el máximo exponente de la bondad, aunque tenía que ser muy, pero que muy h... de p... para inventarse ese infinito castigo para los que no aceptaron sus delirantes patrañas.
Les dejo con unas acertadas palabras del siempre incisivo Robert Green Ingersoll sobre el tema:
"Mi gran objeción al Antiguo Testamento es la crueldad que se dice que fue ordenada por Dios. Todas estas crueldades cesaron con la muerte. La venganza de Jehová se detuvo en la tumba. Nunca amenazó con castigar a los muertos; y no hay una sola palabra, desde el primer error en Génesis hasta la última maldición de Malaquías, que contenga la menor insinuación de que Dios se vengará en otro mundo. Estaba reservado para el Nuevo Testamento dar a conocer la doctrina del dolor eterno. El maestro de la benevolencia universal rasgó el velo entre el tiempo y la eternidad, y fijó la mirada horrorizada del hombre en el espeluznante abismo del Infierno. Dentro del seno de la no resistencia se enroscó el gusano que nunca muere. Comparada con esto, la doctrina de la esclavitud, las guerras de exterminio, las maldiciones, los castigos del Antiguo Testamento eran todos misericordiosos y justos."
Pero si es que no se libra ninguno; el padre por déspota y chapucero, el hijo por charlatán vendehumos que a la más mínima le entraba la pataleta agresiva y el espíritu santo por alienar las débiles mentes de los literalistas evangélicos que no hacen más que daño con sus estúpidas y vacías prédicas.
ResponderEliminarY tan orgullosos que van los borreguitos. ¡Venga ya...!