Los religiosos tienen una manera muy ignorante de hacerse trampas a ellos mismos. Predican con ahínco y a veces hasta la extenuación que su dios es omnipotente y omnisciente, de tal manera que conoce y permite hasta el más simple aleteo de una mariposa escondida en las profundidades de la selva amazónica.
Y así cuando un devoto percibe cualquier noticia o hecho afortunado, por más nimio que éste sea: la desaparición de esas siempre molestas hemorroides, una modesta subida de sueldo o el aprobado raspado en matemáticas de ese hijo que todos sabemos que no va a llegar a nada en la vida, la justificación es inmediata: dios en su infinita benevolencia y sabiduría ha recompensado al creyente (rompiendo por cierto media docena de esas mismas leyes naturales que supuestamente inventó al principio del Cosmos).
Y luego sin embargo, cuando esa misma deidad supuestamente magnánima hasta el infinito y conocedora de todo lo acaecido desde el Big Bang deja que millones de inocentes niños mueran de hambre o de terribles cánceres año tras año, esos mismos creyentes justifican el hecho (con una prepotente e insultante desidia hacia el dolor ajeno) porque los "designios del señor" son inescrutables.
Pero es evidente que esta "alta teología" defendida por todo mediador de lo divino desde tiempos inmemoriales únicamente demuestra la tosquedad intelectual más absoluta de aquellos que, infectados por el virus de la fe, han parado su desarrollo intelectual en esa tierna etapa infantil en la que existen los amigos imaginarios y el ratoncito Pérez recompensa la caída de los dientes de leche.
Siempre se ha dicho que quien no se consuela es porque no quiere.
ResponderEliminarEl estupendo Christopher Hitchens, siempre tenía una buena frase para dejar al descubierto tanta tontería y contradicción religiosa.
ResponderEliminarSalu2