El libro "Ultimas cartas desde Stalingrado" es una antología de escritos que enviaron a sus familiares los soldados alemanes que participaron en la Batalla de Stalingrado durante la Segunda Guerra Mundial.
Entre todas esas misivas, hay muchas en las que soldados religiosos se enfrentan a una horrorosa verdad, una certeza que ningún sotanado, rabino o ulema puede disfrazar: que estamos solos y que solo nosotros somos responsables (para bien, pero también para mal) de nuestros actos. Les dejo con una de las más impactantes.
"En Stalingrado, plantear la cuestión de la existencia de Dios significa negarla. Debo decirte esto Padre, y lo siento doblemente. Me has criado, porque no tuve madre, y siempre tuve a Dios ante mis ojos y en el alma. Y lamento doblemente mis palabras, porque serán las últimas… usted es pastor, Padre… he buscado a Dios en cada cráter, en cada casa destruida, en cada rincón, en cada amigo, en mi trinchera y en el cielo. Dios no se manifestó, aunque mi corazón clamó por Él. Las casas fueron destruidas… en la tierra hubo hambre y asesinatos, del cielo vinieron bombas y fuego, solo Dios no estaba allí. No, Padre, no hay Dios."
Algunos necesitan una guerra para darse cuenta. Otros no lo necesitamos, y es muy obvio a simple vista.
ResponderEliminarDios no existe, si existiera sería terrible su disposición sobre lo que supuestamente ha creado, no se podría ser mas infame.
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