Una de las mayores incongruencias de los religiosos en
general, y de los católicos en particular, es que dicen creer que su dios
omnipotente les protege de todo mal. Sin embargo, luego con su comportamiento
diarion contradicen una y otra vez esa supuesta fe en su "magnánimo" dios.
Ya hace más de un siglo que los cristianos mostraron la
verdadera fortaleza (ninguna por cierto) de sus creencias cuando decidieron
poner pararrayos en todos y cada uno de los campanarios de sus iglesias.
Porque, ¿no estaba claro que los rayos eran una muestra de
la ira divina y que por tanto, no solo no había que protegerse de ella, sino
que estos fenómenos naturales deberían ser admirados por cualquier creyente con
un mínimo de fe?
Pues ahora mismo, en presencia de una pandemia (supuestamente
enviada o al menos consentida por el único dios verdadero) los más que cobardes
católicos han abandonado (como miserables ratas) esa santa plaza de San Pedro y
han dejado más solo que la una al obispo de Roma con su mágica bendición
"Urbi et orbi", prédica que supuestamente todo lo puede porque así se lo comunicó hace siglos la paloma fornicadora a uno de los anteriores poncífices.
Porque ¿qué puede haber más evidente que la soledad de un anciano, que dice representar al ser más poderoso del Universo, en una inmensa plaza vacía para corroborar la verdadera naturaleza de la religión?
A la vista de los hechos, solo queda certificar que los
católicos son todos unos impostores (más que cobardes por cierto) y que verdaderos seguidores del nazareno
demente quedan menos que linces ibéricos, quizás en toda España solo quede el demente que en Gan Canaria afirmó cuando la policía le detuvo que se saltaba el confinamiento porque
"obececía órdenes de dios"
"obececía órdenes de dios"
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