¿Qué pasaría si un adulto le hiciera un corte en el pene a
un bebé, le succionara la herida y por ello le infectara con el virus del herpes,
provocándole de paso erupciones en los genitales, ingles y nalgas?
Si el
depravado fuera ateo, agnóstico o similar muy probablemente acabaría en la
cárcel, pero si es religioso no sólo es intocable, sino que su más que bárbara
actuación merece todos los respetos.
Porque en los últimos años en Nueva York 19 bebés han contraído
infecciones por herpes, que les llevaron al hospital (recordemos que el sistema
inmune de estas criaturas no está totalmente desarrollado) e incluso dos de
ellos terminaron falleciendo. Y sólo para mantener viva la bárbara costumbre de
circuncidar a los hijos del pueblo hebreo, mutilando parcialmente sus órganos
sexuales. Pero es que en nombre de la sacrosanta religión cualquier estupidez,
por más peligrosa que sea está a salvo del escrutinio público e incluso de la
justicia penal.
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