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No hay nadie más ignorante e inútil que aquel, que de rodillas y con los ojos cerrados busca una respuesta.


PARA SU INFORMACIÓN: Los ateos no creemos en ninguno de los 2.700 dioses que ha inventado la humanidad, ni tampoco en el diablo, karma, aura, espíritus, alma, fantasmas, apariciones, Espíritu Santo, infierno, cielo, purgatorio, la virgen María, unicornios, duendes, hadas, brujas, vudú, horóscopos, cartomancia, quiromancia, numerología, ni ninguna otra absurdez inventada por ignorantes supersticiosos que no tenga sustento lógico, demostrable, científico ni coherente.

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20 de diciembre de 2018

¿Por qué nos importa a los ateos lo que crean los creyentes?

Uno de los más simples argumentos de los creyentes en defensa de su fe es ese de que ¿qué mal hace que ellos crean?. 

Y como siempre, las personas religiosas en su más que evidente pobre raciocinio se olvidan de que lo importante de la religión no es que uno o cien millones de simples mentales crean en un dios elefante o cocodrilo, en estúpidas relaciones sexuales zoofílicas con alienígenas celestiales ¡qué asco por cierto!, en profetas pederastas y vírgenes adúlteras o en cualquiera de la infinidad de disparates que inventaron ciertos enfermos mentales de la más remota antigüedad. Porque la gente puede creer en lo que quiera, en extraterrestres con forma de paloma o en extraterrestres voladores con los calzoncillos por encima del pantalón y sensibles a la kriptonita, siempre y cuando ello quedara solo en eso.

Sin embargo la principal característica de la religión no es la creencia, sino la imposición de la creencia hacia el resto, hacia los no creyentes. Primero, inculcando esas delirantes estupideces en la propia prole y de ahí (como decía el célebre personaje de la pantalla cinematográfica) hasta el infinito y más allá, porque el proselitismo en su variante más pacífica, con esos alucinados que pregonan la palabra de su dios en la calle, en el metro o puerta a puerta o hasta llegar a la más drástica, consistente en lapidar a blasfemos, herejes, ateos y demás gentes de mal vivir es lo que define verdaderamente a la religión. 

Son los creyentes, azuzados por intransigentes mediadores de lo divino vestidos con sotana, ataviados con turbante o que llevan largos tirabuzones a los que les importa (y mucho) lo que los demás hacemos en la cama, lo que comemos y lo que dejamos de comer, cómo vestimos, cómo obramos y sobre todo qué pensamos. Y encima no sólo nos exigen que vivamos según sus más ridículas costumbres, sino que además lo tenemos que hacer con devoción y decoro y por supuesto pagando de nuestro dinero todos sus megalómanos y más que ridículos gustos. 

Por eso a los ateos aunque no nos importa lo que crean los creyentes, sin embargo es más que vital para nosotros combatir esas creencias, ya que de generalizarse acabarán retrotrayéndonos ¡a todos! a esas no tan lejanas épocas (en el Occidente más o menos civilizado, porque el mundo musulmán sigue muy desgraciadamente allí anclado) en donde solo no se podía dejar de creer, sino que además había que hacerlo de una única y más que determinada manera, y que atreverse a no hacerlo conllevaba el oprobio, cuando no la más terrible de las muertes.



2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Anónimo8:23 a. m.

    Claro aplausos para el autor, soy ateo de grande quiero ser como mi youtuber favorito antihéroe de ateismo brillante, creo en la nada capaz de crear la singularidad por el azar y no en la inteligencia como un principio. El mundo no necesita profecionistas, ni científicos, ni moralistas sino ateos.

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