Aunque los cristianos se consideran los verdaderos
creyentes, resulta que no siempre fue así. Su fanatismo monoteísta llevó a considerar
a los romanos, un pueblo con una miríada de dioses que los cristianos eran casi
en la práctica ateos, puesto que rechazaban a todas las demás deidades.
Y eso
para los creyentes en las viejas religiones, capaces de ir añadiendo cuantos
dioses les fueran ofreciendo era un síntoma de la peor blasfemia y el más evidente fanatismo.
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