El esperpento medieval español no tiene fin. Si ya es malo
tener como jefe del estado al resultado azaroso de la cópula carnal entre
primos hermanos, la perpetuación de las más que estúpidas tradiciones del más
oscuro Medievo en medio del siglo XXI no puede producir más que asombro y
vergüenza.
Porque que a esas alturas de la vida una niña de tan sólo 12
reciba un collar de oro macizo valorado en 50.000 euros en una ceremonia de
alto copete por ser tan solo la hija de su papá el Borbón, el último de un
ancestral ayuntamiento carnal entre primos hermanos, joya que supuestamente
premia la fidelidad a la corona sería para tomárselo a risa si no significara
el mantenimiento de oscuros y antidemocráticos privilegios en una sociedad supuestamente
"democrática".
Pero así es España, mientras cientos de miles de niños están
al borde de la pobreza, cuando no de la miseria más abyecta, un parásito que no
ha trabajado en su vida le regala (con el dinero de los impuestos de todos,
¡faltaría más!) a su primogénita un pedazo de joya con total y más que ofensiva
desvergüenza. Como de cierto es que poco hemos avanzado desde que allá por
principios del siglo XIX los más catetos entre los catetos hispanos gritaran
con idiotizado orgullo eso de ¡vivan las cadenas!.
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