Uno de los principales puntos de acuerdo entre las
diferentes religiones es su oposición al darwinismo. Y sin embargo, esta teoría
científica puede incluso ser usada en el estudio de la religión.
Los procesos de mutación, adaptación y selección no sólo
pueden aplicarse a los organismos vivos, sino que por extensión pueden ser
utilizados para otros entes, por ejemplo la religión.
Tomemos como ejemplo el judaísmo, una religión que parasita
el cerebro de sus huéspedes: los judíos. Durante miles de años estuvo
perfectamente adaptado a su nicho ecológico, pasando del cerebro de los judíos
adultos a los más jóvenes con pocos cambios. Estaba tan especializado en ese
tipo de hospedadores aislados que no podía transmitirse a otros cerebros, a
otros pueblos.
Luego de pronto algo cambió, un nuevo tipo de cerebros
apareció por la Judea de hace alrededor de unos dos mil años: los romanos, una
nueva especie que presentaba diferencias con los judíos. El virus del judaísmo
original no podía transmitirse a esos cerebros (la práctica de la circuncisión por ejemplo
limitaba mucho su capacidad de diseminación).
De tal manera que como en todo
proceso evolutivo diferentes variantes se fueron sucediendo por esas fechas
hasta que apareció una nueva mutación del judaísmo que pudo
infectar a esos nuevos cerebros y convertirlos en sus nuevos hospedadores. Pero
esa mutación convirtió al judaísmo en un nuevo virus, diferente del precedente
(el cual siguió por otros dos mil años casi sin cambios infectando generación
tras generación de judíos) que se llamó cristianismo, el cual al tener acceso a
muchos más potenciales huéspedes (todo el Imperio Romano, en lugar de unas
pocas decenas de miles de mentes judías) pudo variar mucho y más rápido haciéndose
durante el proceso mucho más contagioso y virulento, y llegando al final a
infectar a miles de millones de personas en toda una casi infinita variedad de
subespecies virales (católicos,
ortodoxos rusos, sirios o griegos, coptos, anglicanos, luteranos, anabaptistas,
calvinistas, pentecostales, restauracionistas, adventistas, metodistas,
nestorianos, monofisistas, testigos de Jehová, moonies, mormones, etc.) que
compiten entre sí, que se escinden unas de otras, que a veces se combinan y que se
expanden o mueren en un perpetuo baile evolutivo.
Y ya finalmente como todo en el darwinismo, ninguna variante
del cristianismo o el mismo judaísmo inicial es mejor o peor que el resto,
simplemente son virus mentales que se adaptan (en mayor o medida) a sus
hospedadores: el cerebro humano al que parasitan como cualquier otro tipo de
patógenos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHace poco llegué a esta misma conclusión, y te ha faltado mencionar la versión 3.0: el islam. Si te fijas, todos parten de un mismo origen, solo que cada uno decide ensalzar a un personaje coetáneo que define su religión. Así el cristianismo comparte con judíos a Moisés, Abraham, etc... y añade a su figura principal, Jesús. Llega el Islam y parte de todos aquellos (incluso Jesús, al que consideran un profeta más, nada de hijo de dios) pero tiene a Mahoma como su figura clave, el último profeta que define las características de su dios y su religión. Es gracioso, porque al final todos ellos creen en un mismo dios, predicado por los mismos profetas, solo que cada uno añade un eslabón más para adecuar toda esa mitología a su cultura. Puro proceso de adaptación al medio, mutamos la versión de lo que pasó y... voilá.
ResponderEliminarSí, el Islam es otra nueva mutación que genera una nueva especie viral.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar